miércoles, 1 de junio de 2011

Triste humanidad

De pronto llegue a la cima. Imponente se levantaba ante mí los cerros más antiguos. De ahí se ve todo el pueblo. De ahí se ve la historia. Desde ahí pude ver a la humanidad.
Nos vi a nosotros, los de hoy, sufriendo por las mismas cosas.
Vi a los que hacen el amor sin dejar de pensar en la oficina; a los que miran pero no ven más allá de sus ojos.
Vi al amor reírse de frases echas; vi a la ilusión suicidarse ante mí.
Vi a los mezquinos del alma. A los que “donan” compasión sin poder entender la importancia de lo sincero.
Vi a los que proclaman la palabra llorando por algunos pesos y me vi a mí también queriendo entender todo eso.
Vi a los desamparados. A los de la risa falsa; a los del cariño comprado. Y pude ver, a los que corren al reloj sin darse cuenta que el tiempo es hoy.
Vi a la naturaleza, toda, permanecer a la espera del reconocimiento del hombre. Vi al viento desganado por sentirse ignorado.
Con terrible pena puede ver a los que escuchan pero no sienten; a los que gritan sin ser escuchados; a los que matan a la verdad sin ningún reparo.
Ahora empezaba a ser todo más claro, porque vi al hombre matarse de apoco, pensando en el mañana, pero sin fe. Sin fe en él, y ahí se ve la lenta agonía de la humanidad.
Vi a los ostentadores de lo material, pero vacíos de corazón. Vi a los caritativos de la boca, pero tacaños de  solidaridad.
Vi a los que quieren todo sin esfuerzo y vi, además, a los que piden un trozo de pan para poder seguir viviendo.
Vi a los “valores” hacer su maleta e irse. Vi al cielo oscurecerse como nunca antes y hasta el sol se mostró triste y con frío por el dolor de quien lo ve todo.
Lamentablemente vi todo eso y mucho más. Todo era mucho más claro. Y con un terrible dolor en el corazón entendí, que “nosotros” estamos demasiado distraídos como para poder observar al mundo.


 Salvador. M

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