Él camina
entre letras descuidadas. Los ritmos que aturden a los oídos distraídos. Yo lo
conocí cuando se reía. Su rostro era distinto. Él tenía sueños y poseía gran
pasión por lo que hacía. Ahora vagabundea en el callejón de los recuerdos…
Se nota que
su cabeza está a punto de explotar. Se respira en el aire, el olor a decepción.
Guardadas las armas de la pasión, poco queda más que transcurrir una vida.
Quien no juega el juego está destinado a no ganar. Ojala hubiera podido
salvarlo. Que no se sintiera así.
A nadie le
importó lo que sentía. Lo subestimaron a pesar que dio cuenta de su
inteligencia. Le negaron verdades. Le resistieron abrazos. Quién se hará cargo
de las luces que apagaron en su corazón. Lo modificaron. Hicieron que perdiera
el brillo en lo ojos. Nadie le ha devuelto la paz. Su sinceridad pisoteada,
espera un alma compasiva que le diga la verdad que noto en los ojos del
mentiroso.
Le
enseñaron (porque experimentaron con él) que aunque no sea un enemigo fehaciente,
si te sientes atacado, destruye. Pero ¡hazlo sin escrúpulos muchacho! Nadie ha
pagado los daños que te causaron. Entonces por qué sentir compasión y sostener la bondad. Preocúpate solo por ti.
Y a pesar
de todo eso… No se creyó esas “verdades” y camino hacia el horizonte… Nadie notó
su ausencia
Ja! Y todavía
se quejan
Salvador Muro